Es muy típico que cuando caminábamos por las calles cuando éramos chicos y veíamos algún rayón en las murallas, los adultos decían que era flaite, feo, que era de delincuentes, indecentes, etc. Sin embargo, hoy su concepción cambió totalmente, ya que desde octubre se ha vuelto un lenguaje. Que se vuelva un lenguaje quiere decir que interactúa en un medio con un imaginario de fondo. Para ser más clara cuando vemos un rayado referente a octubre del 2019 o al plebiscito que está a la vuelta de la esquina, automáticamente nuestra mente, estemos de acuerdo o no, genera una imagen interna, una imagen individual que al mismo tiempo es parte de un imaginario colectivo, del mismo modo en que funcionan las palabras habladas. Este imaginario colectivo es la situación de protestas, lo que seria equivalente a las palabras, y la imagen visual e individual que hacemos a partir de ese referente, son parte de este nuevo lenguaje expresado a través de “rayones flaites”.
En 18 de octubre de 2019 Chile se adentraba a una nueva etapa histórica, las injusticias acumuladas explotaron después del anuncio de la subida del pasaje del metro, específicamente después de las declaraciones de Juan Andrés Fontaine, Ministro de Economía, ante la negativa del pueblo por la subida de precios: “Quien madrugue puede ser ayudado a través de una tarifa más baja”. El evidente distanciamiento de la realidad chilena que mostraba el gobierno, más la rabia acumulada después de años soportando que se pasara a llevar al pueblo, llevó a miles de chilenos a las calles a gritar por lo que nos correspondía: dignidad.
Todo este suceso está inserto en el imaginario colectivo chileno a través de códigos lingüísticos como lo son “el estallido” y “Chile despertó”. Más de alguna vez caminando por cualquier parte de Chile nos hemos encontrado con algún rayón en la muralla, por más alejado que estuviese de Santiago, y ese es precisamente el punto, ¿Por qué la problemática llegó a otras partes de nuestro país donde ni siquiera había metro? La respuesta es sencilla, porque el metro fue el gatillante para que la gente perdiera el miedo a protestar, para que dejaramos de “hacernos los weones” y salieramos con ollas y cucharas de palo a manifestarnos por todo lo que el gobierno estaba ignorando: pensiones indignas, autoridades negligentes, mal servicio de salud, deudas absurdas por poder estudiar, etc.
Todas estas demandas, nuestras murallas las ilustran, que hoy en 2020, un año después, siguen latentes, en cierto modo porque tenemos esta alusión a la memoria casi en cada esquina.
Gracias al despertar de Chile, cada injusticia salió a relucir, entre ellas el nefasto sistema público de salud, porque si no tienes plata para pagar por una salud digna, no la mereces, según la lógica de nuestro país, y eso también lo muestran los “rayones flaites”
Con la pandemia mundial, nuevos desafíos llegaron para todos nosotros, sobre todo a la hora de mantenernos cuando la solución de las empresas fue comenzar a despedir gente. Más inoperancias, respuestas de ministros que nos enfadaba más de lo que estábamos. En Santiago ocuparon la Torre Telefónica donde fue proyectada la palabra “Hambre”, en referencia a las denuncias de vecinos de comunas de la RM. Es de esta misma forma, que nosotros los que nos encontramos más alejados de Santiago ocupamos las murallas de nuevo para que hablen por nosotros.
Pero como todo, siempre va a haber un conflicto, a la hora de escribir nuestras demandas en lugares públicos, pues aparece la persona que va a tapar, pintar, arrancar “lo flaite” de las murallas, lo indecente. Esto genera una verdadera guerra de símbolos, porque en esos actos de cubrir un poco de pintura en las murallas, se está cubriendo, silenciando lo que el pueblo necesita y quiere. El imaginario social-político que representan las rayones, ahora representan toda una ideología de cambio adoptada por los chilenos, por lo que, que hayan opositores es el conflicto ideológico llevado a un plano meramente simbólico.
Por ejemplo en esta imagen, ubicada en el centro de Buin, en la cual se lee “Paco culiao, todo el pueblo te odia” y se aprecian una serie de carteles arrancados, deja entrever una guerra ideológica, mientras durante el estallido se pusieron mensajes de rabia por las injusticias e inoperancias de autoridades, otros arrancaron los folletos. Es lo mismo que ocurre en la Plaza Dignidad cuando pintan el monumento, es un intento por silenciar otra vez lo que ya no queremos callar y que nuestras murallas, en nuestras calles nos ayudan a seguir diciendo, nadie grita, no hay ollas, pero está el pensamiento colectivo, está la voz implícita de ese pueblo que está cansado de injusticias. Nos pueden reprimir y censurar, pero nuestras murallas hablan, y dicen que no volveremos a callar hasta que tengamos dignidad.