Recuerdo que era principios del 2019 y dando vueltas por las noticias me apareció una nota de Pauta sobre el fenómeno del K-pop en Chile. Ya en ese año estaba claro que el género se había establecido con fuerza en el país y el movimiento que había generado surfeaba más allá de la música en sí. Una gran comunidad se alojó entre lxs fans.
He escuchado algunos discos y EP’s pero nada en profundidad. Generalmente eran los lanzamientos grandes o llamativos que aparecen semana a semana en medio de toda la confluencia de música internacional. Este artículo puede ser una carta de entrada y entendimiento a los elementos importantes que conforman este fenómeno y para lxs conocedorxs, a lo mejor se encuentran con algún dato o recomendación que se les haya escapado. Para mí, es un proceso de investigar, aprender y compartir con ustedes lo que saqué en limpio en este viaje.
Se acabó la psicodelia y…
Aunque el K-Pop haya construido un estilo propio y reconocible, al primer contacto da la impresión de que hemos escuchado estos ritmos o composiciones en algún otro lado. Eso es porque bebe de otros géneros cultivados en otras partes del mundo y – podríamos atribuir esta influencia a la fuerte presencia que tuvo Estados Unidos en el país debido a lo ocurrido en la Guerra Fría- también el k-pop que conocemos hoy no fue siempre así.
Durante la década del 70, la música surcoreana se vio fuertemente influenciada por la psicodelia hippie pero esa tendencia comenzó a decaer a principios de los 80. El “K-Pop original”, como podríamos definir esta primera etapa, estaba muy fuertemente inspirada en la balada. Exponentes de esta corriente está Lee Moon-Sae con su disco When Love Passes By (사랑이 지나가면) de 1987 o Byun Jin-sub con Back to You (너에게로 또다시) de 1989. Entonces, ¿dónde está el quiebre?
No sé si colocarlos como pioneros, pero sí unasi una clara influencia en lxs que vendrían después sería Seo Taiji and Boys, agrupación que tomó elementos del Hip Hop, el R&B Contemporáneo y el Rock, las introdujo a su producción y lo llevaron a las masas surcoreanas. Este podría ser un primer quiebre.
El segundo y el pistoletazo de partida, según informan varios sitios especializados en música, fue Lee Soo-man, músico y productor musical. Su aporte no vino directamente desde sus discos, sino que fundó en 1996 a SM Entertaiment, compañía multinacional de entretenimiento. Lee es considerado el líder de la ola coreana, término que se acuña a la internacionalización masiva que tuvo la cultura contemporánea coreana. La iniciativa de SM Entertaiment avivó las ganas de otros empresarios y siguieron sus pasos. De este caldo de cultivo nacen YG Entertainment y JYP Entertainment. H.O.T. fue la primera banda creada por estos conglomerados de entretención y sirvieron de inspiración para varixs más como Baby V.O.X y S.E.S.
Llegado el 2000 la ola coreana se convirtió en una realidad y visitó todas las costas del mundo, marcando el inicio de la expansión de la cultura coreana a países fuera de Asia. Durante esta época el K-Pop se nutrió mucho del Dance-Pop y el Electropop, creando un estilo y sonidos a lo que estamos acostumbradxs hoy en día.
Haciendo un pequeño repaso, esta evolución de sonido y producción fue liderada por TVXQ! en 2004, pero quienes vinieron después fueron los caballitos de batalla que terminarían de implantar el reino del K-Pop a nivel mundial: Destaco a Super Junior, SHINee, Girl’s Generation y BIGBANG.
Un dato curioso que se le atribuye el último batazo que asentaría al género en gran parte del mundo, y símbolo muy primigenio de su popularidad por estos lares, fue el Gangnam Style. Para escépticxs, el video de PSY fue un viral con millones de visitas, tanto así que hizo eco en las noticias y en la cultura incipiente del meme. Por otro lado, quienes siguen vigente y asentaron la popularidad del K-Pop en Estados Unidos fueron BTS y BLACKPINK.
A pesar de que la industria del k-pop esté dominada por las boy band o girl group conformadas por idols, hay varios exponentes que trabajan desde sus carreras solistas y han demostrado solidez como BoA, UI y Rain.
Más allá del disco
Es cierto decir que el k-pop ha tenido gran difusión gracias a las transnacionales que dieron sus primeros pasos en promocionarlo y, actualmente, gracias a los diversos sistemas de streaming que contamos. Pero también su comunidad se ha mostrado comprometida con sus intérpretes y otros aspectos relacionados a la cultura surcoreana, como dramas, películas y otros derivados culturales.
Aunque para ser justo, no todo tiene buena pinta, como en cualquier otro género de la industria musical.
De las críticas más habituales del género pude leer plagios a la música de occidente (The New Yorker), apropiación cultural (The Daily Dot), entrenamiento demasiado estricto (BBC), sexualización de lxs jóvenes (The Korean Herald), explotación a lxs idols (Soompi) y que prime la estética sobre la música. Entre todas estas razones encuentro injusto atribuirle todas estas acusaciones al k-pop, ya que si echamos una mirada al pasado y somos un poquito menos hipócritas, estas prácticas se han repetido dentro de muchos géneros y distintas nacionalidades, sin que este hecho le quite gravedad a las críticas desde miradas expertas.
Si me ha llamado la atención que para el gobierno coreano el acoso a idols se ha convertido en una preocupación. Denominadxs como fan sasaengs se han convertido en un dolor de cabeza para las autoridades por las instancias a las que pueden llegar y que también existen servicios de taxi para seguir a sus ídolos. Por otro lado, a pesar de que pasa también en otras partes del mundo, S.M. Entertaiment fue llevada a juicio al ser demandados por jóvenes artistas que eran sobrexplotados al punto de “no dormir”, describiendo sus contratos como de “esclavo”s. La empresa también ha sido vinculada a temas turbios, como parte fundamental de la corrupción musical que vive Corea. No todo lo que brilla es oro y como ejemplo tenemos a S.M. Entertaiment, pionera en la exportación de estrellas.
¿Y en Chile?
No quería dejar pasar la oportunidad para comentar la correlación entre el k-pop en el estallido social. El 22 de diciembre del 2019, el gobierno de Sebastián Piñera no tuvo mejor idea que culpar al k-pop dentro de los factores externos que habían motivado a las movilizaciones. El informe explotó en redes sociales y dio paso a un sinfín de ridiculizaciones, tanto así, que la noticia llegó a Corea. La explicación era que quienes posteaban apoyando las movilizaciones iban atraer adeptxs por medio del k-pop, una estrategia de crosspoint (enviar el mismo mensaje a distintos grupos). La reflexión vino porque, según los datos, existía una alta correlación entre los hashtags de k-pop con temas referentes a la revuelta popular; explicación que fue sido desmentida y ridiculizada.
El género ha impactado tanto en el país que es difícil que lo veamos irse aun cuando su boom baje en algún momento, que es un proceso natural de todo peak: Lo que sube tiene que bajar.
Sólo espero que el k-pop presione más sus limites y rompa con estructuras ya definidas: Dejar mayor control a sus autorxs, experimentar con más géneros aún y el surgimiento de caras por fuera de las grandes corporaciones como S.M. Entertaiment.