Mi piel se quemaba al contraste de las horas
Los pies me temblaban,
las pupilas estaban dilatadas,
los nudillos punzabanpunsaban.
Las palomas anoche dejaron un camino de plumas,
Pero el sol las habría tostado a medio día.
Caminé descalza entre sus puntas
Buscando alivio del áspero asfalto.
Cerré los ojos.
Me convertí en pluma.
El aire sopló mi cuerpo.
La sangre recorría mi punta.
Pronto caí al suelo.
Un ave volaba entre nubes negras,
mientras su ala izquierda desangraba al borde del colapso.
El cielo desató su furia en lluvia,
tan ácida como la sal de mar,
cosiendo la herida de la párvula.
Dejé un suspiro entre mis labios,
Regresé a mi estado natural,
La ráfaga se llevó la alfombra de plumas,
Me miré y tenía llagas.
Un enorme hueco en el estómago
y una jaqueca desgastante.
Esa tarde, en la calle principal,
Plumas color carmín deambulaban en el asfalto
La hipótesis: un cardenal habría sido devorado
O quizá la lluvia ácida las había manchado.
Cerré mis puños,
Tomé una frazada,
Abracé mi almohada,
Y debajo de mi espalda,
tomé una pluma carmín.
Las que se mancharon,
a causa de un presagio.