No me sorprende haber salido de Fanáticos con más preguntas que respuestas… Esta obra montada en el espacio del GAM (Centro cultural Gabriela Mistral) de danza contemporánea, logra lo que muchas otras no: dejarte descolocado desde un punto de vista positivo, sí. Pero también desde un punto de vista de llegar a cuestionarse qué es lo que realmente vi. Sin necesidad de diálogos, la pieza nos sumerge en los rincones más oscuros del fanatismo, exponiéndolo como algo grotesco, obsesivo y profundamente humano.
Entré sin tener mayor información previa. Quería vivir la experiencia de forma sincera y visceral, y en eso, Fanáticos cumplió su promesa. Desde la entrada, su propuesta rompía con lo convencional: la obra ya estaba en curso, con movimientos que al principio parecían juguetones, casi pop. Eran pasos simples, que invitaban al espectador a relajarse, a confiar. Pero esa sensación fue apenas el velo previo al verdadero descenso.
A medida que se desarrolla la obra, se revelan tres conceptos que para mí se vuelven centrales: caos, texturas y duda.
El caos se manifiesta desde lo visual hasta lo emocional. No es simplemente desorden, sino un desborde visceral que se apropia del escenario. Fanáticos apuesta por el delirio, por la confusión que genera una obsesión llevada al extremo. El juego de luces, perfectamente coreografiado, dirige la mirada hacia distintos personajes que habitan energías completamente dispares. Cada uno de los cinco intérpretes logra sostener una identidad propia que atrapa; cuerpos que se transforman, que se deforman, que vibran en distintos estados. Quisiera destacar aquí el vestuario (para alguien que observa el mundo con detalle en los colores, fue un punto importante para mantener mi atencion). Los trajes no sólo vestían los cuerpos, los hablaban.
Y cuando hablo de texturas, no me refiero únicamente a lo tangible, sino al efecto visual y emocional que produce. La luz, el color, los movimientos, incluso el uso del espacio escénico, cambian abruptamente, provocando transiciones que descolocan. De la risa y curiosidad, pasé a la incomodidad. De la simpatía, al espanto. El fanatismo, tal como fue presentado, no es solo devoción: es una amenaza. Un monstruo que se cuela por la columna vertebral y deja huella. Me encantó sentir eso. Porque me hizo presente. Me hizo testigo.
La duda surge cuando la estructura narrativa se desdibuja. Aunque disfruto las obras abiertas, me encontré deseando una dirección más clara. Si bien la danza contemporánea permite ambigüedades, siento que el mensaje pudo afinarse mejor. La propuesta es ambiciosa, compleja, y eso se agradece, pero por momentos me sentí más atenta a lo técnico que al discurso. Tal vez el texto —escaso, pero presente— pudo haberse integrado con mayor intención. Una frase que quedó resonando en mí fue: “una idea o un ideal”. Esa línea tenía el potencial de hilar toda la propuesta. Me habría gustado que la obra se apoyara más en ella como eje narrativo, sin perder la libertad expresiva que la caracteriza.
Fanáticos no es para quienes buscan comodidad. Es para quienes se atreven a ver el cuerpo como instrumento político, emocional, espiritual. Si te gusta la danza contemporánea, la música envolvente y las apuestas escénicas poco convencionales, esta obra es para ti. Personalmente, admiro profundamente lo que se logra desde la fisicalidad. El cuerpo, aquí, es un grito, una pregunta y también una herida.
FANÁTICOS:
Creación: Plataforma Mono | Dirección: Pepo Silva y Manuel Morgado | Dramaturgismo: Bruce Gibbons Felt | Elenco: Javier Muñoz, Gabriela Suazo, Jorge Olivera, Alicia Pizarro, Daniela Guajardo | Diseño e iluminación: Matías Segura | Realización escénica: Diego Ayala, Matías Segura | Vestuario: Althia Cereceda | Música: Eden Carrasco | Fotografías: Paulina Viera – Diego Sánchez | Teaser: Diego Pezo | Invitado especial: Julen Farías | Agradecimientos Catalina Rojo
Info: GAM.