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Veinteañera ojos de pantera

Festival de cine de Cannes, 1983. Un año en que la novísima Nastassia Kinski participó en una de sus pequeñas crucificciones, un año que le permitiría disfrutar nuevamente del mundo del espectáculo y también de ella misma. Una Nastassia desenfadada, quisquillosa, apasionante y misteriosa. Tan Nastassia como Kinski.

Cuando el aclamado crítico de cine Roger Ebert se la encontró en el festival, pudo cenar a su lado. No es el primer acercamiento que ambos tienen en realidad–

“3 ½ stars (out of 4) … Kinski is something”

Así clasificó Ebert la fantasía de terror erótico protagonizado por la actriz, dirigida por otro emblemático personaje, Paul Schrader (“You talking to me?”). ‘Cat People’, o ‘La marca de la pantera’ para nosotros, de 1982. Detrás del “is something” hay varias connotaciones, muchas de las cuales pueden resumirse de la misma manera: La Kinski tiene algo. Algo insondable, incluso perverso. Son las inflexiones de su voz, cómo se quiebra en pantalla, cómo se cohíbe y luego seduce, cómo se enamora y no se rinde. Es su intrínseca cualidad felina, dolorosa y perfecta. Roger Ebert lo entendió todo, lo supo ver desde el inicio.

Resulta llamativo que quien tan tímidamente abogaba por Nastassia, estuviera sentado frente a ella sólo un año después, en contextos tan distintos. El director francés Jean-Jacques Beineix acababa de estrenar su esperada segunda película ‘La Lune dans le caniveau’, ‘Obsesión fatal’ para nosotros; contaba con grandes figuras en su reparto principal, donde figuran el francesísimo Gérard Dipardieu, la española Victoria Abril (Almodóvar te está llamando) y la alemana Nastassia, quien estaba subiendo como la espuma. Una mezcla de sensibilidades que cualquier butaca habría aceptado, honrosa. Sin perjuicio de aquello, la película abrió muy mal en el Festival. No tuvo el recibimiento crítico acogedor, incluso hoy lleva el estigma de ser una mala película. Con todo, la conferencia siguió adelante. Nastassia y las cámaras: una sola.

 

«Nacemos, somos niños, estamos aquí en este increíble mundo libre, crecemos, nos dicen que tengamos miedo, vemos que aquí se nos ha dado este cuerpo y alma y sexo y sueños pero no se nos ha dado la razón de nuestra existencia, somos infelices, y es muy raro en la vida que encontremos un momento de éxtasis, un momento como nacer, o morir, es como dije en la rueda de prensa, si no estamos dispuestos a morir por un momento de emoción, ¿de qué sirve la vida?» le dijo Nastassia a Ebert en la cena.

La candidez de estas palabras, tan soñadoras como crueles, son propias de una joven actriz en ascenso que estaba buscando lo mismo que todos: el amor. Su acercamiento a la pasión tiene el componente más Kinski de todos: una cuestión desgarradora donde los extremos son los puntos a los cuales adherirse, aquellos donde la monotonía se reprime con el todo y el morir es sinónimo de la vida misma. Nastassia profusamente marca una pauta que viene siguiendo hace mucho tiempo, tal vez desde la época en que Wim Wenders la conoce en una discoteca a los trece-catorce años, la misma que lideraría gran parte de su vida.

Para una muchacha que debe hacerse cargo del bienestar familiar después del abandono de su monstruoso padre, Nastassia conoce de primera mano la vida, la muerte y el éxtasis. Desde muy joven estuvo en el mundo del espectáculo, bailando y haciendo de modelo en los clubes nocturnos de Alemania cuando sólo tenía trece años. Su madre nunca pudo prohibirle nada, la situación no permitía mucho más y su infancia estaba irrevocablemente trastocada. Piénsese que su primer desnudo fue en esta época para la película ‘Falsche Bewegung’ (Falso movimiento), 1975, del director alemán Wim Wenders (el mismo que la llevaría a la posteridad con ‘Paris, Texas’ y ‘Tan lejos, tan cerca!’). La embriaguez del desamparo y las fuertes luces neón ya eran una constante en la Kinski, por lo que no resulta raro que las declaraciones que le dio a Ebert supuren tanta pasión.

 

«Quería cortarme por la mitad y dar algo grandioso, ya sabes. Es maravilloso cuando estás en una película tan visionaria, te empuja hacia otro planeta. Nunca había sentido tanto frío y tanto calor como durante esta película»

‘Obsesión fatal’ resultó un fracaso curioso. Es verdad que la visualidad se sobrepone con creces al argumento, el cual resulta confuso y muchas veces más onírico que real. Es tal vez por ello que Nastassia se siente tan cómoda con él. No da ninguna respuesta certera, sólo episodios dolorosos y poéticos. Hoy, con casi cuarenta años, la película se sostiene por la ternura de Dipardieu, la frustración pasional de Abril y la perpetua sensualidad de gacela de la Kinski. Todos ellos transmiten más a través de su corporeidad más que sus líneas.

 

«¿Qué relación puede ser más personal que hacer una película?»

Roger Ebert cierra con esta pregunta su artículo de 1984. Es sabido que la actriz siempre llevó sus rodajes a la vida personal involucrándose con sus directores y compañeros de reparto. Esta pregunta también eclipsa lo que el crítico había visto en ella, ese ‘…Kinski es algo’. Una actriz con tanta energía vital y deseos que disfrutaba del abrazo de las luces, la terquedad de lo poético, del romance y las personas, de los flashes y lo ingenuo. Disfrutaba tener veintidós años y tener el mundo a sus pies. El éxtasis más divino que podía acarrear esa vida.

 

‘Yo necesito amor’’ es el nombre de la autobiografía de su, ahora, muerto padre Klaus Kinski. Muerto también Beineix. Muerto también Ebert. Todos muertos en la historia, menos la entonces veinteañera-ojos-de-pantera Nastassja Aglaia Nakszyński.

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