Sepa usted disculpar Señorita estas palabras, pero he de decir: que por usted siento un miedo terrible.
Un temor que no llegue a sentir jamás en toda mi vida, y que me impide moverme libremente, y hasta pensar a total disposición cuando la hallo frente a mi presente.
Terror que a su vez se ha calado en lo profundo de mis huesos, que me impide separar de usted mis avellanos ojos cada vez que la observo; que enciende mi cuerpo y alma en cuanto cerca la siento, y que ciertamente en su mera presencia logra sellar mis labios, que desean a los cuatro vientos, gritar y exponerle, desmesurados, todo lo que por usted siento.
Un miedo creciente que me impide en las noches dormir con sosiego al volver a la belleza y gracia de sus recuerdos; y es que mi alma aún aterrada, se siente con usted plenamente en casa, no importándole el que dirán o los peros, queriendo a cada momento, volver a todo ello.
Claramente por todo esto, como un loco me siento, pues a cada persona que mis sentimientos comento, concuerda con otros, que es solo un capricho, o una corazonada lo que siento, agregando también cobardemente que de ser cierto todo lo que cuento, que entonces mejor huya de tu peculiar ser, ahora que aún estoy a tiempo.
Sin embargo, pocos conocen el real y profundo secreto en las palabras que aquí expreso, y es que yo ya hace tiempo, caí en la dulzura de tu espíritu preso, rindiéndome desde el primer día en que te vi al ensoñamiento de tus besos; y es que como podría seguir de tan jóvenes contemporáneos consejo, si nunca aprendieron a querer como lo hacían los valientes Romeos de la época de los viejos Edos. Y es que, si he de ser sincero, sin poemas de por medio, mis horrores son más bien como los de un Marinero: que habiéndose visto solo, y naufrago en medio del odio del mar, ha encontrado en el claro lunar, un mangata por el cual transitar, un lugar donde alunizar, una cálida luz en la oscuridad a la cual no se desea por ningún motivo renunciar, inclusive si se debe luchar contra toda nube propia de la inmensidad, que un cielo carcomido, a mi luna desean devorar.
Adonis Leiva Gómez. –
“Poemas para Sofia”.