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Tres poemas que hubiese escrito de chico

I

Apareciste en una cruz

con tus piernas cruzadas 

te miré 

mientras mi abuela

entre su pecho y ropa

te guardaba.

En la televisión opaca

De la estantería gris

el sufrimiento era artificial 

pero mis ojos 

medían el dolor. 

En las noches 

cuando la mano de mi abuela

tocaba mi frente 

llamándote       

yo me ahogaba.   

 

Cuando cerraba la puerta 

tu cuerpo era de aire 

y las llagas de tus manos

me miraban.

 

Y esa herida estaba en mis sueños                             

Como una gota de sangre 

cegando mi pupila 

Hasta solo poder ver 

El peso de la sombra. 

Las mañanas de los domingos

Eran nervios en la guata

Mis abuelos pensaban 

Que todo estaba bien

Pero mis piernas,

detenidas,

Decían lo contrario.

 

II

Dibujo la lluvia como ramitas en el aire

El señor del chaleco café 

me dice

no te distraigas

dibuja.

Y dibujo el paraguas transparente

dibujo esa casa asimétrica,

Un escenario  

Un foco de teatro 

que da luz opaca. 

Me levanto del asiento, 

voy a la ventana,

dejo mi cara en el papel.  

El grafito, 

ensucia mis manos

ensucia mis ojos. 

Me agarran del brazo

La profesora,

me deja en una esquina oscura, 

mirando mis pensamientos.

Escucha 

me dijo 

y yo escuché atentamente, 

pero no entendí nada. 

Dibujé líneas verticales y onduladas, 

Inventé óvalos que tragaban letras

transformé los números en animales

les puse nombre, 

los adopté con ternura,

y la goma de la profesora, 

borró nuestra amistad. 

No quise dibujar, no quise escuchar, 

no quise nada 

quise estar solo en el pasillo,

apoyando la espalda 

en el barandal del segundo piso. 

 

Polillas 

Sus alas no avisan, 

Sus días de vida son la noche,

De las cortinas caen como costras, 

al tacto del suelo nacen  

se revuelcan en la luz.

Unas manos de la misma corta vida,

Las atrapan. 

En una habitación con casilleros y cotonas, 

las guardan en un frasquito de salsa de tomate.

Les ponen nombre,
las hacen volar en la cancha del colegio,

los más miedosos las usan como amuletos 

para espantar al demonio y a las monjas.

Algunos traviesos las ponen en las bandejas del almuerzo,

Los más crueles las ahogan en la leche de la mañana

Y los más compasivos, 

como Dios, 

les quitan un ala

y luego las botan al pasto.

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