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Personalidad fragmentada: mi experiencia con la disociación

*Todo lo contado aquí es mi propia experiencia y no corresponde a un diagnóstico médico. Por favor ve a un profesional para conseguir ayuda si sientes que tu salud mental está mal, o empeorando.*

 

Te pido que pienses en lo que implica sentir diferentes emociones, y lo que significa ser tú. Seguramente tienes una idea de algo coherente que hace que tú seas , ¿Verdad? Hay ciertas cosas que te gustan, ciertas cosas que te disgustan. Experiencias que son solo tuyas, recuerdos y memorias que construyen quien eres. Seguro que podríamos tener una larga discusión sobre lo que significa la propia identidad, pero hoy quiero hablar sobre otra cosa: sobre lo que significa disociarse. Al menos, lo que significa para mí. 

Al comienzo te pedí que pensaras en lo que implica sentir emociones, y seguramente lo entiendes de una forma parecida a esto: “Si me pasa algo triste, entonces sentiré tristeza o desesperación”. Por regla general, eres tú el que está sintiendo y experimentando cosas. Una sola persona, coherente. 

Durante mucho tiempo, pensé que tener “múltiples personalidades” o cualquier trastorno de la identidad era algo extrañísimo y no podía comprenderlo del todo, ¿Cómo podía existir más de una persona dentro de una mente?. Pero resulta que lo he experimentado de cierta forma más tenue toda mi vida, y quiero contarlo como una forma de compartir mi experiencia, quizás te identificas con esto o conoces a alguien pasando por lo mismo. 

Resulta que como me lo ha explicado la psicóloga que me ha estado viendo desde que la voz más crítica de mi cabeza no podía callarse con nada, un estado de disociación implica elementos que se encuentran en común con otras aflicciones como el trastorno de personalidades múltiples. De hecho, el nombre está mal puesto, ahora muchos médicos lo llaman “desorden disociativo de personalidad”; la forma más sencilla en la que puedo explicarlo es que no tengo muchas personalidades, tengo menos que una

En términos más simples, debido a que no puedo regular mis emociones de forma apropiada por otros trastornos y traumas (y tener trastorno bipolar), mi mente está “fragmentada” en pequeños pedazos más sencillos de entender y manejar. Todo aquello que es socialmente inaceptable y/o difícil de manejar va a una parte completamente diferente en mi cabeza y no se conecta de forma coherente conmigo, con eso que llamo “yo”. La “persona” que siente tristeza es muy diferente de la que siente rabia, de la que siente alegría. Es más, he reprimido mis sentimientos de rabia durante tanto tiempo que cuando intento darle una forma a esa parte framentada solo puedo imaginarme una cosa cuadrúpeda, negra, amorfa. Es enorme y mentalmente, la hago vivir en un precipicio del que no sea fácil salir, mientras aprendo a identificarla. En la práctica, esto quiere decir que cada vez que me enojo siento la fuerza de esa emoción queriendo salir, literalmente convirtiéndome en ese monstruo incomprensible, y hago todos los esfuerzos que puedo por reprimirlo y mantenerme siendo “yo”. Además de la rabia y “yo misma”, he descubierto que también comparto espacio mental con una versión de mi misma que fluctúa entre los 4 y 10 años aproximadamente, una parte que siente tristeza y emociones similares, una parte increíblemente protectora y cariñosa, otra que es caótica y hace todas las cosas que tanto yo como la sociedad rechazan, otra que es muy segura de sí misma y se siente empoderada y segura, y otra que es la que más problemas me da: una voz extremadamente crítica que tiene algo que decir sobre todo lo que hacen o piensan las demás, y que no le gusta ninguna de las anteriores. 

Es la razón por la que comencé a ir a terapia en primer lugar. No le gusta que yo duerma hasta tarde, que coma ciertas cosas, que pase un día sin estudiar, y tiene un especial disgusto por pasar el tiempo jugando videojuegos. Ha sido difícil lidiar con ella, porque no le gustan ninguna de las cosas que a mí siempre me han hecho feliz, y tengo que callarla constantemente. Empeora con el estrés, y a veces no está por periodos de tiempo más o menos largos, pero creo que es algo con lo que tendré que lidiar siempre. 

Entonces, ¿dejo de ser yo cuando alguna de estas partes se manifiesta? tengo entendido de que hay muchas personas a las que les sucede eso, pero no es mi caso. Siempre retengo algún tipo de control sobre mi mente y mis acciones aunque estas partes tomen mi monólogo interno, de cierta forma. Esto en la práctica se manifiesta como un estado de “depersonalización”, en el que siento que no estoy conectada del todo a mi cuerpo, y el mundo a mi alrededor es una película difusa con la que no puedo interactuar del todo. Al salir de este estado, tengo problemas para recordar algunas cosas o de plano no puedo recordar ciertos momentos. 

La desregulación de mis emociones no implica solamente las negativas, sentir demasiada felicidad o orgullo por mi misma a veces se siente incómodo, como que no tengo suficiente espacio corporal para albergar aquellas emociones. Momentos en los que desearía haber podido llorar de alegría o celebrar con ganas se convierten en una marea incomprensible y caótica que no puedo controlar, y termino sintiéndome incómoda y molesta. Probablemente esto se deba a que a alguna otra parte de mi mente no le gusta la emoción, y estoy en proceso de descubrirlo. 

A veces mi versión de niña aparece y me cuesta muchísimo concentrarme en cosas de la universidad, porque es muy difícil que una niña pueda entender libros complicados y encima tenga las ganas de sentarse a leer durante horas y horas. 

No sé si alguna vez deje de tener una personalidad fragmentada de esta manera, pero mirando hacia atrás nunca he podido ser un continuo coherente y cohesivo. Esto no quiere decir que nadie pueda llegar a conocerme realmente: es mi propio entendimiento de mis emociones y estados los que están desordenados. 

Es la primera vez que comparto esto y me da un poco de miedo, siendo honesta, pero creo que es importante hablar de estas cosas y dejar de estigmatizarlas. La peor barrera para mí no ha sido la despersonalización ni la disociación, ha sido la falta de información y de discusión que ha hecho que no pueda comprender ni tratar mi trastorno. Ahora que estoy en terapia puedo decir con seguridad que con tratamiento es mucho más sencillo sobrellevar esta situación, por lo que te invito a buscar ayuda si sientes que lo que he dicho aplica para tu experiencia. Y con esto, ¡Me despido! (¿Nos despedimos?) 

Ilse Mendoza

Amante de la literatura antigua y medieval, seguidora de Dionisio, fascinada por el caos. Nacida en Santiago, el invierno de 1996. Literata más teórica que práctica, estudió en la universidad Alberto Hurtado. Gusta de escribir cosas cortas, pero con impacto; la inspiración o no llega nunca, o llega mucha y de golpe. Colaboradora de la revista Diversas desde el año 2020.
ilsemendozapavez@gmail.com

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