ven -dice ella- y los pasos de ansiedad se hacen música en sus oídos
no pensé que ibas a venir más
pero volviste, volviste y dijiste nunca jamás
me voy a separar de ti
te voy a querer, lenta y abollada
ocupada en otras historias
te quiero y te voy a querer
por mucho que te hayas entregado a la buena vida
de pertenecer a otros y no a ti misma
no quiero ser un haz de humo
quiero ser tormenta ácida
en la tierra de tus delirios
en las colinas de tus pesadillas
tantas escenas de terror que viste ya sin mi
las lolitas, las fantasías masculinas
eventualmente quedan sin trabajo cuando su cuerpo ya no es más arte
cuando su semblante ya no tiene olor a cerezas y perfume de niña
cuando el pecado ya no es de carne sino estético
mueren las Lolitas
Nabokov se regocija
con cada hombre cincuentón que dice
se dejó ir, ya tiene veintidós
fuera de eso, tiene la cara bonita
porque ese es el pecado más grande de una mujer
ser bonita de cara y fea de cuerpo
tener alma y ganas de ser algo
no querer ser eso que los mueve
no sentir la necesidad de ser necesitada
por ellos
en la vida
más que una fantasía
quiero ser lo que Sylvia Plath me mandó a ser
quiero leer y chillar y ser tan dramática como el mar
que se retrae cuando la luna no lo mira suficiente
que es agua y pecho, pero cartucha y de cristal
mujer indignante bajo estándares patriarcales
quiero ser indudable e indisolublemente mía
manejar por caminos de tierra que no lleven a ningún lugar
ser de cualquier hombre la mayor pesadilla
nada más indecible para un hombre
que una mujer que es cualquier cosa
sino suya