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Tocata como terapia #2: Catalina y las bordonas de oro en Valparaíso

Mi corazón palpitaba con fuerza al momento de entrar a Casa de la cultura de Valparaíso.  La noche era fría, pero adentro el aire era cálido, como cualquier bar de paredes de madera.  Era mi primera vez yendo como cronista a un evento y sentía que todo el mundo se daba cuenta.  

Entré al salón principal; la luz era tenue, suavizada por las pequeñas luces que adornaban el lugar, el suelo de madera -como casi todo lo que me rodeaba- sonaba al rápido compás de los meseros atendiendo a toda la gente que se encontraba ahí.  Había muchas mesas ocupadas que llenaban el espacio, y al fondo, el escenario ya estaba listo para un espectáculo.  Esa noche iba a tocar Catalina y las bordonas de oro, un grupo que desde el 2022 es conocido en Santiago por sus boleros propios y clásicos, y que esa noche iban a hacer su debut en Valparaíso. 

Opté por subir al segundo piso, donde encontré una mesa para mi sola, pero eso no duró mucho, porque minutos más tarde tuve que compartirla con una pareja.  El silencio y nuestras miradas fijas hacia los celulares solo se detuvo cuando una cuarta persona llegó para completar la mesa.  Este amigo rompió el hechizo; nos saludó a todos de un apretón de manos, y comenzamos a conversar.   Cada uno de nosotros compartió algo sobre sí mismo y porque estábamos allí: la chica estaba estudiando canto y amaba a la banda, el chico -su pololo- estudiaba una carrera de números y la estaba acompañando, y el hombre nos contó que era colombiano, qué llevaba 13 años viviendo en Chile, y que amaba la música del puerto.

Después de un tiempo de agradable conversación y sin previo aviso, la banda salió de un escondite al fondo del segundo piso.  Los músicos llevaban un traje claro de dos piezas. Catalina, ademas de llevar la parte de arriba del mismo traje, vestía un conjunto negro y un cinturon de colores que me recordó un poco al vestido de las chinas en las cuecas.  Parecían destacar entre los demás. Con sus instrumentos en las manos, pasaron por nuestro lado, bajaron las escaleras y cada uno se posicionó sobre el escenario. Iba a comenzar el concierto.

Que comience el show. 

Las luces principales se apagaron, y Catalina y las bordonas de oro quedaron bañados en una luz violeta. La voz de Catalina resonaba en cada esquina del bar, mientras los músicos inundaron el ambiente con sus melodías, envolviendo las mesas. Comenzaron con un tema propio llamado Penas y todos vibraron al son del bolero triste.   

Hicieron un recorrido latinoamericano; cantaron boleros mexicanos, peruanos y chilenos, algunos clásicos de la nueva ola, de esos que escuchas en la radio de tu abuelita.  Además nos deleitaron con una canción secreta que aún no sale al público. 

El show fue un vaivén de emociones; todos parecían disfrutar de los boleros tristes como también de los temas más movidos.  La presencia escénica de Catalina y las bordonas era única, reflejaban una comodidad y una confianza que te hacían sentir parte de esa intimidad, lo más cercano a la sensación de escuchar radio en tu sala de estar.  

Por supuesto, entre canción y canción, Catalina nos contaba un poco la historia de la agrupación, sus inicios, cómo tenían un buen recibimiento en Santiago, pero también deseaban ser escuchados en el resto del país, razón de esta mini gira.  Algunos chistes se colaban entre sus palabras y daba la sensación de que conversábamos con una amiga. 

Entre cantos, tragos y música, se despidieron con un clásico: Sabor a mi.  Casi me da algo porque es una de mis canciones favoritas, y siempre es un placer escucharla en vivo. Así, se despidieron de su público porteño, entre aplausos y vitoreos. Después todo volvió a la normalidad.

La banda subió por las mismas escaleras; Catalina se quedó atrás para posar en las fotos que le pedían las mesas contiguas a la nuestra.  Cuando se acercó a la mesa, la chica de la pareja aprovechó para sacarse una foto con ella, y yo la seguí después.   Cuando me senté de nuevo, viendo la foto movida que saque con mi deficiente pulso, levanté la mirada y me di cuenta que mi nueva conocida estaba al borde de las lágrimas.  Se había emocionado al hablar con Catalina. 

Creo que ese momento define todo el concierto: una conexión con nuestros sentimientos al cantar boleros clásicos y los de Catalina y las bordonas de oro.  Un ambiente cálido, cómodo, íntimo, donde la música es la protagonista y todos vibramos al unísono. 

Salí de Casa de la cultura esa noche con el corazón más tranquilo y embalsamado con la voz y la música de Catalina y las bordonas de oro. 

 

Casa de la Cultura de Valparaíso se encuentra ubicada en Errázuriz 1054, a pasos del metro Bellavista.

Kathia Gonzalez

Nacida en Valparaíso en 1998, es la directora y fundadora de Diversas desde el año 2020 y actualmente estudia periodismo en la Universidad de Playa Ancha. También ha trabajado en la revista de literatura y fotografía Phantasma.cl. Ganó la convocatoria de Perfeccionamiento Artístico impulsada por Balmaceda Arte Joven en 2021 y ha participado en diversos cursos de escritura creativa y crítica, incluyendo Maña, BAJ, entre otros.
kagonzalezc98@gmail.com

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