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Pedaleando por la cultura 

El 29 de abril del 2020 salí en mi bicicleta como marcha pacífica a favor de reconocer la fuerza del cuerpo y de nuestra mente. El reconocer que somos capaces de muchos desafíos, nos sugieren que son muchas nuestras limitaciones, más la verdad, es que nadie tiene la verdad absoluta, solo la práctica del ensayo, el error y la voluntad, pueden definir eso. Sin embargo, al mismo tiempo no dejamos de ser frágiles, nuestro corazón y cuerpo bombean sentimientos más allá de la velocidad de la luz, y reconocer la fragilidad de nuestras emociones, es valiente. Yo pienso que sí somos  capaces, que si bien tenemos defectos, también tenemos muchas virtudes como habilidades, por lo que, hoy más que nunca hay que reconocerlas toditas,  una porque tú puedes, y otra porque yo también. 

Decidí viajar en bicicleta de Valdivia hasta San Pedro de Atacama, como marcha ante lo acontecido en el 2020, que luego se extendió por casi tres años más, tal como se extendió el proceso pandémico, puede llamarse pataleta, yo le agregaría educativa, pataleta educativa que me enseñó y sigue enseñando sobre el camino de la voluntad y del desafío constante de seguir hacia adelante para llegar a tu destino, con todas las subidas correspondientes incluídas. No pensé mucho en lo que iba a encontrar, sino más bien solo en llegar, compré todo lo que pude junto con  todo lo que tenía a mano para partir esa fecha, salí en la mañana, me levanté a las 6am para tomar desayuno, revise que todo estuviera bien y partí. 

Según el mapa, dice que son 36km, 2hrs 09 minutos desde Curiñanco, el pueblito en dónde vivo a Valdivia, yo llegue en casi 4 horas aproximadamente, llegué, descansé y almorcé en “la plaza de los pescados”, me mandé el primer arroz con atún del viaje jajaja, luego de un buen rato seguí a San José de Mariquina, paré un millón de veces, ahí perdí altiro algo, la gafa.. Sin cachar ni una de dónde iba a dormir, me dió la pálida al ver que San José de la Mariquina era el peor lugar para acampar a la hora de las 8:30 pm, se veía oscuro por ser campo pueblo, y quizás era el lugar más pacífico de toda la región de los ríos, pero al no cachar nada, me urgí, cletié por el perímetro para ver dónde estaba parado, en la vuelta 15 ví a una persona haciendo un asado en su tremendo patio súper acampable, le saludé ¡Hola! Voy viajando al norte y quede un poco varado por este lugar, no encuentro un buen lugar para acampar, ¿ podría acampar en su patio ? Cortito el show dije en mi mente, medio nervioso pensando que quizás fuí muy directo, de lo lejos vio la bicicleta, se acercó y me dijo: ¿vienes cicloviajando ? Justo estoy haciendo un asado, me pillaste de buena, pasa y tomate una. Ese día perdí algo en ese primer viaje, algo material, pero gané algo mucho mayor, confianza, hablar, preguntar sin miedo, total, no hay mucho que perder, muy al contrario, había mucho por ganar, así que desde ese momento, me comunicaba cada vez que fuese necesario.

En ese transcurso del viaje conocí personas que sin esperar nada más que el gozar al apoyar, apoyaban y/o hablaban, preguntaban sobre el proceso o comentaban sobre el proceso, había algo intrínseco en ese movimiento. Creo pensar que esa es nuestra verdadera naturaleza, “Ser parte”, es un proceso tan orgánico, sencillo e instintivo, que es poderoso en su proceder, y llevándolo a gran escala, es así como procede la naturaleza a mi parecer. Mis primeras interacciones con los puntos culturales durante el viaje, fueron gracias a amigos y amigas que trabajan o los invitan a estos puntos, y donde “bacán-mente” recibieron al viajero, obvio con gusto intenté apoyar en lo que podía, y mientras lo hacía en el proceso de mi estadía, aprendí que son en esos lugares, o en lugares donde haya ese corazón, dónde se muestra fielmente el poder del intento, y el intento es realmente poderoso, tan poderoso que ni de la razón depende. 

Los puntos culturales son espacios dónde hay descontento y hay esperanza, dónde hay lágrimas como también risas, dónde hay vergüenza como también orgullo, son en la mayoría (de los no institucionales) espacios íntimos, donde la mayor verdad, es querer ver “creSer” a los demás como así mismo, todo esto lo fui reflexionado desde mediados del viaje, viendo y viviendo con este grupo de personas dedicadas a desarrollar y apoyar a favor de un bien común, creando; común-unidad/unidad en común. Mi primer encuentro con los puntos culturales fue en Concepción, gracias a amigos penquistas músicos, “abducción total”, que me invitaron a la casa cultural “Oasis”  donde tocaron junto con otras bandas para así autogestionar tanto las bandas como al punto cultural, que vendía candela con sopaipillas. Lo encontré orgánico y entretenido, se genera un espacio para converger y entretenerse, súper necesario a mi parecer, para su expansión individual como social. 

Ya para llegar a Concepción me había demorado un poco menos de un mes, recuerdo que llegué justo para el cumpleaños de mi mamá, de hecho llegue de sorpresa para el 28 de mayo. Ahí llevaba según el mapa, 522 km echos, que es posible de hacer en 1 día y 5 horas según Google maps, jajaja quizás me relaje mucho pero yo me demoré 29 días según mi cálculo, luego después de una semana en Concepción llevando la bici a una mantención, y a mi también. Partí a Talca, me fui por la costa, camino a Penco desviándose al este, confiando fielmente en mi infalible mapa partí a Penco que continúo a lirquén subiendo por la segunda patita de cuestas empinadas más fuertes del viaje, ya arriba y en la hora antes del atardecer, buscaba dónde dormir, dormía en sectores verdes alejados de la gente, aprendí  que entre más rural o más solitario, más tranquilo y más seguro, en esos sectores, se pillan casas cada 4/5 km, y las casas son buenas fuentes para cargar baterías, así que mi misión era, encontrar un buen lugar, armar carpa, armar colchonetas, armar saco de dormir, cojín outdoor, desarmar y guardar alforjas, sacar la olla, la cocinilla, el gas, el arroz, y el atún o verduras para saltear, luego leer o escuchar música si es que la batería estaba arriba del 60% sino directo al tuto. 

Despertaba en la mañana, y lo mismo al revés con avena plátano y agua para desayunar, luego de 4 días aproximadamente llegue a Cobquecura, donde otro amigo, el tata Danilo, también por medio de la autogestión y en apoyo de su familia, tiene activa la “aldea de luz” donde genera eventos psicoespirituales de diferentes ramas del mismo movimiento, se generan redes al conocernos con personas no conocidas anteriormente pero con un mismo gusto y fin, querer desarrollarnos de manera sana y entretenida,  para eso solo necesitamos del otro tanto como de nosotros mismos. Aldea de luz genera esos espacios con terapias, retiros, charlas, festivales, arte, cine, música  y espacios ecológicos. Danilo además de ser un terapeuta en regresiones, reikista, surfista, músico, como también escritor de cuentos ecológicos, se mantiene a la espera de quién quiera ir a verle a él o a cualquiera de los eventos que genera en “la aldea de luz”. No se consideraría como punto cultural, pero a mí punto de vista es un amigable punto social que apunta al desarrollo y bienestar del ser. 

El segundo punto cultural que pude conocer, fue en Talca, donde estaba mi amiga Michelle, a la doña la conocí gracias a otros amigos músicos, “la chakra” de hualpén, Concepción. Miche trabaja con los demás del equipo para expandir y dignificar Candelaria, generando más talleres como espacios que generan herramientas psicosociales,  que a palabras de ella, doña Miche menciona: “Tener espacios de organización y cultura son fundamentales para desarrollarnos en todos los aspectos. 

Hacer comunidad, darnos espacio de conversaciones, aprendizajes, goze  e intercambio cultural son la base de la sociedad que queremos construir. El vincularnos nos permite generar redes que nos sostienen y nos enseñan nuevas formas de hacer y ser, de vivir y ver el arte. 

En ese sentido la candelaria es un espacio en el que circulan artistas con diversos fines pero que dentro del espacio cultural nos ayudan a enriquecernos y contribuir a ampliar estas instancias de desarrollo y bienestar humano.”

Candelaria, como los distintos puntos culturales que veremos en los siguientes capítulos y artículos, son expresión de reconocimiento, donde se explora, se apoya y se disfruta del arte y cultura sin una jerarquía, sinó más bien, con una determinada organización orgánica e integral que en constancia busca como principio y desarrollo, la expansión tanto para sus espacios como para sus áreas de interacción social. La posibilidad de una mayor conectividad con el resto de puntos culturales daría paso a un gran flujo rico en recreación saludable, como nutritivo en conocimiento psicosocial y/o psicoespiritual.

Con esas bases como mis alas, intencioné crear «Casas culturales unidas Chile» un proyecto dónde la idea principal es generar redes como material audiovisual e informativo en diferentes sectores de nuestro país, categorizando el proyecto en tres segmentos; Norte, Centro y Sur.

Ya se registró el material del Norte, conversando con más de 10 puntos culturales desde la región de Antofagasta a la de Copiapó, grabando y recopilando información más profundamente con algunos de esos puntos culturales. Y en los siguientes artículos veremos y dedicaremos un espacio a la experiencia del viaje en bicicleta, el cicloviaje outdoor, conjunto del nutritivo reconocimiento de personas y lugares con valores como voluntad de diamante.

Soy Felipe Osorio y esto es: Casas Culturales Unidas Chile ( El proceso interno ).

Felipe Osorio

Nacido en Santiago, criado en su infancia en Osorno hasta los 12 años y su juventud entre Valdivia y Concepción. Felipe es una de esas personas que jamás pudieron tener un amigo de toda la vida o una estabilidad familiar como social, desconforme de su propia situación, se identifica como un ser sensible en búsqueda de un sentido de verdadera coherencia o justica, generando su identidad propia a base de libros, música, arte, deporte y exploraciones tanto internas como externas, amante de la naturaleza conmemora su visión gracias a la eterna profundización en todos los aspectos que ayudan a la claridad y desarrollo del ser con sus infinitas herramientas y posibilidades, verdad difamada por un sistema limitado como manipulador. Hoy en día es padre de familia donde pasa la mayor parte de su tiempo en apoyo a su compañera Ayleen Fuentes con quién tienen un hijo de ocho meses llamado Elian Pascal, nombre simbólico creado por los dos, además de su trabajo laboral, trabaja para generar un punto cultural con enfoque deportivo a favor de la exploración del ser como tanto soñaba algún día encontrar, con una biblioteca gigante llena de libros esotéricos como de tablas de surf y bicicletas, conjunto del proyecto casas culturales unidas Chile que espera terminar con ojalá ayuda de más colaboradores, en un próximo futuro cercano.

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