La danza no solo es un tipo de expresión artística, sino también una forma de lenguaje que permite conocer un mundo, a través del cuerpo. El cerebro estructura ideas, las cuales se trazan con la fragmentación del mismo. Es decir, mediante una secuencia de movimientos acompañados de: ritmo, armonía y melodía, se conoce la subjetivación del bailarín, pero es el cuerpo la herramienta que da a conocer lo íntimo.
El cuerpo está transversalizado por construcciones complejas, por esta razón, se tiene la idea errónea de un cuerpo ideal para ejecutar danza oriental,caderas, un abdomen plano (una concepción inalcanzable) senos y curvas grandes es el imaginario creado por la sociedad occidental (lo que aceptamos como natural, es porque está en nosotros) arrebatando espacios para que otros cuerpos den a conocer su concepción del mundo.
Tanto la vejez, un cuerpo en volúmen o diferente, son indicadores de no ser atractivos, ni eróticas al consumo. A pesar de su masificación y popularización en el milenio, para gran parte de la población ese baile es una otredad desconocida, de una región de tradiciones y visiones del mundo distantes y diferentes. En el siglo XIX, una de las grandes representantes de este tipo de danza (las ghawazi2) mantenían un código de vestimenta diferente: faldas largas, monedas, pañuelos en la cabeza y el dorso cubierto. Además, presentaron todo tipos de cuerpos en fiestas o calles egipcias.
Pero en el siglo XX, como resultado del imperialismo, esta cosificación se vio
alterada, debido a que franceses e ingleses optaron por imponer el clásico y ya conocido traje de dos piezas, con el propósito de observar con detalle los movimientos complejos de las caderas y el vientre. Esto dio paso a la exotización de la danza, la cual permitió vender una idea errónea acerca de ella bajo la propagación y reproducción en grandes producciones de Hollywood (como el caso del baile de los siete velos).
Así mismo, con el estallido de la segunda guerra mundial, las bailarinas se vieron
inmersas en la agitación política. Siendo una de las principales fuentes de entretenimiento e incluso fungiendo de espías.3 cautivando al público (en su mayoría hombres) con la belleza de sus cuerpos y resignificando el papel de la bailarina, para obtener beneficios económicos tal es el caso de la bailarina Hekmat Fahmy, quien ayudó a soldados alemanes
Hay que mencionar, que el cuerpo se politiza de forma diferente en el siglo XXI
gracias a la globalización. Fenómenos como la migración árabe, el éxito de temas como “ojos así” de Shakira, “simarik” de Tarkan6 y el fenómeno televisivo de la novela brasileña “El clone” incitan a grandes masas a conocer y aprender este tipo de danza, pero la influencia del cuerpo exuberante, restringe y crea prejuicios de quienes pueden llevar a cabo esta actividad, dejando la problemática de los cuerpos invisibles. Cuerpos invisibles.
En la actualidad, los medios de comunicación siguen reproduciendo solo un tipo de
estructura; Todo sujeto —su inteligibilidad social, su identidad y su cuerpo— se forma en y por el poder que se ejerce en la reiteración normativa.
Es por esta razón que se sigue, la errónea idea de que la danza oriental solo es para mujeres jóvenes y con determinadas características, fomentando el consumo de productos de belleza. Basta como muestra, los brasieres con relleno (su principal objetivo es hacer voluminoso el pecho) El mercado y la publicidad ayudan a construir el ideal de belleza.
Simultáneamente la idea de dama fatal, seductora e incluso de “bailarina exótica”
tiene vigencia en la actualidad (denigra y limita espacios para desarrollarla).
Indiscutiblemente, no sólo es un estereotipo masculino, sino que también se reproduce entre mujeres, quienes exigen bailarinas delgadas y bonitas para homenajear a un público masculino con una danza erótica.
Los cuerpos en resistencia, al no cumplir con los requisitos previamente mencionados, son cuestionados y sancionados con miradas de repulsión. Se deja en evidencia el pensamiento de la sociedad con comentarios como: “ya está vieja para eso”, “cuánta seguridad tiene esa ““<<gordita>>””, “baila muy bien a pesar de “ser gorda””, “debe ser gay, por eso práctica ese tipo de baile”. Estas expresiones crean incertidumbre en cada bailarín o bailarina que experimenta el rechazo, orillando a tomar la decisión de ocultar sus cuerpo a través de unos centímetros más de tela (principalmente en el torso) sometiéndose a la presión, alineados a los cánones de belleza.
El público es uno de los principales jueces, sin embargo, ser espectador es un mal por dos razones fundamentales, en primer lugar, porque el espectador es el que mira, y mirar se opone a conocer, ya que permanece subsumido en la apariencia. En segundo lugar, el espectador es pasivo y por tanto se encuentra del lado opuesto a quien actúa, esto es, permanece inmóvil9 dejando en evidencia su percepción de la realidad. En este caso, no sólo depende de la intencionalidad de la bailarina, su expresividad o su capacidad para producir o emanar impresiones; sino que su presentación y su arte se alimentan de diversos prejuicios, apreciaciones, contextos y visiones que traigan consigo los espectadores10 No obstante, es la misma danza quien brinda la oportunidad de resistir y combatir los prejuicios mediante el lenguaje del cuerpo y la narración personal. Si bien una pieza fundamental es la pasión, la técnica es la que otorga seguridad en los bailarines, dejando en segundo plano los comentarios y prejuicios.
Reflexiones finales
Se deja en evidencia la importancia de promover la pluralidad de cuerpos no solo en medios de comunicación masivos, sino también en: eventos de academias, festivales, competencias y galas, haciendo visible el discurso de las otredades. En este sentido, se requiere reflexionar sobre la reproducción de ideales de belleza y el poco cuestionamiento que existe sobre ellos, como también erradicar la idea de consumo en relación a los cuerpos de los bailarines. Por consiguiente, ¿Qué cuerpos importan?