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Si lo lees no respondas

Hoy desperté de una pesadilla. Te mentiría si dijera no recordarla, pero contarla estaría de más. Su papel fue el de despertarme y arrebatarme el sueño. 

No puedo dormir. No puedo dormir. No puedo pinches dormir.

¿Qué fregados me queda hacer mas que ponerme a escribir? Sentarme frente al monitor entre las 2 y 3 de la mañana, tecleando cualquier palabra al alcance de mis dedos con la esperanza de que leas, en algún momento, mis líneas completamente desprovistas de literatura.

Pienso en la ironía del asunto. Hace dos meses hubiera dado lo que fuera por que escribieras pidiendo mi opinión sobre tus cuentos. Y aquí estoy, con tus historias en un PDF colgado en la nube, negándome a leer la siguiente y redactar mi opinión sobre ella por miedo a evidenciar la inutilidad de mi persona.

No estoy segura de querer ser tu amiga, de regresar el tiempo. Así fue como me perdí y se siente inevitable la repetición. Puedo ver el espectacular anunciando la secuela de la historia vivida hace ya unos años. Como todas (o la mayoría) de las segundas partes, se presagia una catástrofe en taquilla y las malas reseñas comienzan a formarse en las columnas de los periódicos.

Soy feliz, ¿sabes?, o al menos lo era. Ya no estoy segura. 

Encontré a alguien. Me quiere, le digo que lo quiero. Me dice que me quiere mucho, le respondo “yo a ti”. Esas palabras me pesan en la lengua. Me cuesta sacarlas y no llorar.

Lo quiero, lo quiero mucho. Es amable, me mira a los ojos, adora mi piel como si fuera de seda y no estuviera rota. Puedo señalar todos los defectos de manufactura y aun así desea quedarse conmigo. Lo quiero porque ha sufrido y a pesar de eso sigue siendo amable. Lo quiero porque es él y no tu.

Ahí está el problema, ¿lo ves? Tengo que convencerme todas las veces de que lo quiero. Recordar las razones apuntadas en mi lista. Conservo la esperanza de algún día amarlo como te amé, como te amo, pero el verte dificulta las cosas.

Amarte es una acción sin orden. Me viene natural. Mi trabajo se convierte en decirme que no lo hago. Tengo una lista:

  • Porque no debo.
  • Porque ya pasó.
  • Porque me olvidaste.

 

Siempre dramática, ¿no?, pero así es. Me he dejado convencer por otros, sus palabras tienen sentido en la distancia. Me contaron que no me pudiste haber querido, porque no está en tu naturaleza, me han hablado de tu política de reciclado, de tu consumismo neoliberal, de tu búsqueda por lo nuevo e inhabilidad para estar. Me hicieron ver lo poco que fui junto a ti, mi calidad como prenda de invierno en zona tropical.

Les creí, les creo. Cómo no hacerlo cuando son mil voces contra mis recuerdos.

Quería llegar aquí. Estar con alguien y volver a ser tu amiga.

Pero no me gusta. 

No cuando el decirle “te quiero” no resbala por mi lengua, cuando me obligo a editar mis palabras contigo para protegerme de tu rechazo.

Así no puedo vivir. Bueno, podría, pero me rehúso a hacerlo.

Leeré tus cuentos y mis sueños revelarán los demonios despertados por ellos en mis venas.

Puedo cortar comunicación contigo, convencerme todos los días de cuanto lo quiero, hasta que se convierta en instinto y realidad.

Puedo decirle adiós a ambos, conservar la sensación de dignidad.

Podría despedirme de él, darle las gracias por quererme, darme la vuelta y preguntarte si aún me quieres.

En fin,

Un abrazo.

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