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Carta hacia mi del futuro

Querida yo:

No me gusta como funciona la mente.

O no la mía, al menos. No siempre.  

A veces sí. 

Ojalá no fuera tan complicada, o quizás lo complicado no es la mente sino lo que está afuera. Porque eso siempre parece afectar directamente a cómo me siento, y nunca al revés. Me imagino que esto es así siempre, en un sentido general humano.  

Entonces, eso explicaría el mar en el que me encuentro flotando. Antes que esto, la vida se sentía como estar siempre corriendo. Recuerdo que muchas veces me dije que no quería más, que no podía más. Entre los asuntos complicados, propios de la vida -me imagino- y todos los cambios drásticos a mi orden natural de las cosas ocurridos los últimos 2 años, realmente que todo se detuviera parecía un regalo del cielo, un descanso bienvenido. 

Pero el encierro de este año es todavía mucho peor, y sentir que todo se detiene mientras yo floto a la deriva es un vacío inexplicable. Yo ya no estoy, como si fuera un sueño, como si en la espera de comenzar a vivir otra vez cada día se escapaba de mí algún sueño, algún recuerdo, los cimientos de la persona que alguna vez fui. 

Me encantaría ver las cosas con más positivismo, así como lo hacía en el pasado. ¿Te acuerdas? El mundo era mío para transformarlo de la mejor manera, y todo lo peligroso, triste o insoportable estaba muy lejos, eran cosas que nunca nos alcanzarían. Quizás cuando lea esto en un futuro (espero no tan lejano) los momentos difíciles habrán pasado, y pueda ver esto con otros ojos. Es terrible decir «lo que no te mata te hace más fuerte», pero la experiencia muestra que sí, al menos la mía. A lo mejor me duele tanto el cambio porque tuve una vida muy buena y mis problemas y mis batallas con la depresión comenzaron recién cerca de los 18 años, un poco más de 7 años atrás. A lo mejor no es ni depresión, sino que todo lo que ha pasado realmente ha tenido un impacto negativo sobre mi mente. Igual es eso y me pasa por hacerme la fuerte siempre.  

En todo caso, lo pienso siempre, todos los días, así que no creo que necesite ponerlo en esta carta. 

Las nubes se mueven y el cielo pasa del día a la noche, pero yo no paso de ningún estado a otro, al menos ninguno que valga la pena mencionar. Por mi mente sólo pasan, como películas perdidas, borrosas, todos esos recuerdos de una vida que era mía, de una persona que era yo, de una existencia que no me parecía ideal entonces pero que volvería a hacer mía sin dudarlo un instante; habitar un espacio sin tiempo es lo mismo que no vivir, y asistir al propio funeral se vuelve una experiencia muy mala, muy rápido. 

Podría ser peor -digo siempre-, podría estar debajo del agua, podría haberme ahogado. No me hace sentir mejor, pero entonces pienso que no puedo ser la única atrapada así. Que si alcanzo a alguien más con lo que siento, puede que no reciba una salida, pero sí el bálsamo de encontrar un igual en el infinito vacío. Por eso escribí esto, es mi bengala en medio de la noche: si todos llenamos el cielo de luces, no estaremos solos. Si puedo compartir lo que siento, entonces quizás recupere un poco de identidad, formada aunque sea del reconocimiento en el otro. 

Todavía tengo esperanza. No sé de qué, ni cómo llegar desde aquí al lugar donde quiero estar, un lugar que parece una ilusión, nada más que un sueño. Pero en algún momento seguro encontraremos tierra en la que volver a levantarnos. Y si estás leyendo esto, nunca dejes de luchar y volver a intentarlo. Incluso cuando parezca que no tiene sentido.  

Sé que gente, ajena a mi, leerá esta carta y solo quiero decirte lector, que, ojala te encuentres en un mejor lugar, en una mejor situación. Que estés feliz, antes que nada. A lo mejor faltan muchos más cambios dolorosos y terribles, pero siempre has confiado en tus instintos para salir de esto; no importa cuánto duela, si no dejas de trabajar en ello ese futuro brillante y alegre tiene que llegar en algún momento. Si las cosas siguen igual cuando la leas no pasa nada, vuelve a leerla en otro momento jajaja. 

Y otra nube pasa lentamente, casi imperceptible… 

Ilse Mendoza

Amante de la literatura antigua y medieval, seguidora de Dionisio, fascinada por el caos. Nacida en Santiago, el invierno de 1996. Literata más teórica que práctica, estudió en la universidad Alberto Hurtado. Gusta de escribir cosas cortas, pero con impacto; la inspiración o no llega nunca, o llega mucha y de golpe. Colaboradora de la revista Diversas desde el año 2020.
ilsemendozapavez@gmail.com

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